La neurociencia cognitiva está aportando conocimiento sobre la interrelación de nuestras emociones, pensamientos y comportamiento. Y esto, tanto en procesos internos como en nuestras relaciones sociales. Este conocimiento no debe quedar sólo en el ámbito científico y puede ser de gran utilidad aplicado a nuestra vida cotidiana.
En estos dos artículos intentaremos explicar cómo utilizar las aportaciones de la neurociencia cognitiva en el día a día.
Procesos como la planificación, la resolución de problemas, la toma de decisiones, la gestión del tiempo, el manejo del estrés, la comunicación, la cooperación, etc. están presentes en la efectividad de nuestro comportamiento. Conocer el funcionamiento cerebral que subyace a dichos procesos facilita la comprensión y el desarrollo de dicho comportamiento.
Es curioso comprobar cómo los últimos descubrimientos neurocientíficos demuestran que estamos preparados para cambiar de opinión aunque no sea fácil; que construimos el futuro basándonos en nuestras experiencias del pasado; que los procesos no conscientes tienen una gran utilidad, incluso que no todas las actitudes irracionales son totalmente inválidas; que estamos programados de tal forma que nuestro cuerpo y nuestra mente forman un todo en el que no podemos establecer grandes separaciones funcionales sino interrelaciones muy estrechas. Todo esto pone de manifiesto el gran potencial y la capacidad de cambio que tenemos en relación a nuestra necesidad de adaptación al medio.
Basándonos en este conocimiento neurocientífico podremos mejorar nuestras competencias. En este sentido, vamos a tratar conceptos tan interesantes como la neuroplasticidad autodirigida, el sistema de neuronas espejo, la capacidad de atención, percepción y memoria del sistema cognitivo, la hipótesis del marcador somático, el sistema de refuerzo-recompensa y la influencia del metabolismo cerebral.
Neuroplasticidad autodirigida. Existe un proceso llamado neurogénesis mediante el cual el cerebro genera a diario diez mil neuronas y se reestructura continuamente en función de las experiencias que vivimos cambiando constantemente las conexiones entre estas neuronas mediante la neuroplasticidad. Cada información que llega al cerebro es un cambio permanente. La persona puede trabajar en la línea de modificar sus circuitos neuronales para conseguir sus objetivos de rendimiento personal. Podemos dirigir intencionadamente nuestra neuroplasticidad hacia unos logros que nos reporten mayores capacidades. Por ejemplo, mejorar nuestra capacidad de orientarnos en una ciudad que no conocemos visualizando el plano de dicha ciudad por zonas y realizando recorridos por sus calles.
Un estudio del University College de Londres (2000) demostró que el hipocampo, una parte del cerebro asociada al sentido de la dirección, creció en los taxistas londinenses a medida que iban memorizando las calles durante años de ejercicio de su profesión. Como resultado, los taxistas tienen el hipocampo más grande que la media de la población. Según la directora del estudio, Eleanor Maguire, al mismo tiempo que el hipocampo va creciendo, el lóbulo frontal del cerebro sufre una ligera disminución según los taxistas van memorizando calles.
Sistema de neuronas espejo. Este sistema nos permite experimentar las emociones que observamos en otras personas constituyendo la base de la empatía. Es un mecanismo automático que está muy ligado a nuestra capacidad de comunicación y supervivencia. De forma práctica, podemos valernos del funcionamiento del sistema de neuronas espejo que se activa en nuestro cerebro al observar acciones, emociones y sentimientos en los demás, en dos sentidos: para sentirlos como propios y para ejercer nuestra influencia sobre los demás a través del ejemplo, induciendo comportamientos deseables a través de modelos debidamente establecidos. En el primer caso aumentamos nuestra capacidad de comprensión de los demás y en el segundo podemos inducir estados emocionales en otras personas por contagio emocional.
Por ejemplo, una persona puede entrenar su cerebro para no dejarse llevar por el entusiasmo contagioso de los vendedores y conseguir ser más racional en sus compras, haciendo consciente este contagio emocional.
Capacidad de atención, percepción y memoria del sistema cognitivo. Como procesadores de información nos podemos entrenar en comprender los mecanismos cerebrales que están en la base de la atención y fijar en la memoria estados emocionales adecuados relacionados con situaciones en las que trabajamos a pleno rendimiento mejorando nuestras habilidades al optimizar el funcionamiento de nuestro propio cerebro. Si hacemos algo bien y somos conscientes de ello y de las emociones asociadas se fijará con más fuerza en nuestra memoria emocional y podremos repetir esa situación con mayor facilidad.
Por ejemplo, cuando hacemos un examen bien, después de haber estudiado, se produce una sensación muy agradable de seguridad que podemos trasladar a otras situaciones en las que podemos anticipar que si nos preparamos previamente conseguiremos mejor rendimiento. De esta forma conseguiremos motivación para el esfuerzo previo.
Hemos descrito tres ejemplos de cómo utilizar el conocimiento neurocientífico en situaciones concretas. En el siguiente artículo “Neurociencia aplicada (II)” explicaremos otros tres ejemplos.
Eduardo Lázaro Ezquerra
Psicólogo General Sanitario
Colegiado nº.: M-15645
Teléfono: 647910142
Email: elazaroezquerra@gmail.es